Cuanto amo el anonimato, sin él no podría vivir… Y más que nada en este mundo tan monitorizado donde nos controlan el trabajo, nuestra vida, nuestros pensamientos.
Odio tener detrás de mí una
cámara, ordenadores o gps que me persigan o que me digan que tengo que leer,
ver, consumir o pensar.
Incluso en entornos que me quieren mucho y están pendientes de mí, necesito a veces salir de ellos, y disfrutar un anonimato en lugares donde ni conozco ni me conoce nadie.
El viajar solo, ir a un sitio y
preguntarme ¿Qué coño hago aquí? No conozco a nadie, no sé lo que voy a hacer… De
ahí surge la aventura, se endulza la vida… Que le voy a hacer yo, si soy un
hombre de mochila.
¡Que a gusto a veces desaparecer!
Que nadie te vea, que nadie te observe y que para la gente seas un Don nadie,
es el momento en el que eres tú siempre…
Hay quien tiene que ser
protagonista, quien presume de su belleza o su intelectualidad en las redes o
lugares públicos… O esos famosos o políticos siempre con esa cámara detrás… Mi
anonimato es algo que no tiene precio.
¡Deseo ser anónimo! ¡Amo mi libertad sobre todas las cosas!
Sin cámaras, sin que nadie me observe, sin nada que aparentar, pues soy como soy…
Aún sigo siendo yo, no pido más,
el ser uno como es, el ser real, es lo más.
Y aunque me costase la vida, no quisiera cambiar…