Lo digo un millón de veces aquello de que yo no me cambiaría por nadie y quizás nadie se cambiaría por mí… Pero siento envidia de tanta gente por momentos.
Salgo al parque y veo a una chica
hacer series de velocidad en cuesta, y a pesar de tener grandes jamones como
yo… ¡Qué ímpetu! ¡Cómo esprinta en las cuestas!
Yo salgo de una lesión, y soy agraciado de que puedo correr, pero lo que hace esa chica, ahora no lo puedo hacer yo.
Me pongo a hacer mis aérobicos, mis ejercicios de relajación, y veo a dos chicas en pleno invierno, por arriba destapadas, bailando y bailando haciendo preciosos tik-tok…
Yo abrigado, lento, haciendo
ejercicios de respiración… ¿Son los años o es que he salido de una lesión?
Que placer ese momento el
tumbarme, flexionar, respirar hondo… Y ver a aquellas chicas bailando sin dejar
de bailar, viviendo un precioso espectáculo. Prefiero este directo en un parquede Carabanchel a cualquier video de tik-tok que inmortalice esos bailes, esa
gracia, esa juventud, esa alegría, esa plenitud.
Me faltan y me sobran tantas y
tantas cosas, soy tan lento… ¡No veo ese futuro que yo quiero…!
Pero respiro, hago guiños al sol,
veo a aquellas chicas bailar y no se porque, estoy contento.
Ahora también lo estoy, ahora que lo estoy escribiendo en un pub donde se baila bachata, que acompasan a estas palabras, mientras bailan, bailan y bailan… Y yo que nunca podré bailar así, así que sigo escribiendo.
Pero mañana he quedado con amigos
e iremos en un pub rockero donde gritaremos y cantaremos con Evaristo, el de la
polla records…
Envidio a todo el mundo con sus
habilidades, personalidad, lo que han conseguido y que yo querría conseguir,
pero no puedo…
Pero que le voy a hacer si soy
imperfecto, lo quiero todo y encuentro la nada, en la nada me encuentro.
Hay páginas en blanco de las que
surgen libros.
Amo la nada, amo las páginas en
blanco, amo escribir, amo vivir envidiando aquello que quiero y no puedo, pero
tú lo tienes, tú lo haces y con mis escritos yo lo comparto.
Y no todos los días son Navidad, pero ese día lo era, y paseando junto a mi padre por la calles de Tarancon, encontramos a un grupo de jóvenes bebiendo, charlando y riendo en la calle.
-¡Me dais una envida!
-Pues quedaos con nosotros.
Le hubiera dicho que sí, era retroceder en el tiempo, pues es algo de lo que había disfrutado con
anterioridad en el mismo sitio con esos amigos de siempre. Pero estaba
preparando mi madre la comida y junto a mi padre seguimos camino al hogar.
Uno en el fondo no cambia y sabe
lo que le gusta o no, lo que envidia o no. Sabe siempre cual es su sitio, su gente
y también su edad, o no…