Hay amigos que no están, que son
eternos. Seguimos hablando con ellos, les preguntamos y seguimos compartiendo
momentos como si siguieran estando con nosotros.
Incluso hay noches en las que se nos aparecen en sueños…
Un día me encontré a Pipo muerto
con un golpe en la cabeza, lo habían noqueado, él se arrastró hacía al aposento
donde lo solía encontrar y descansó para siempre, compañero del alma compañero.
Lo cogí con una pala y lo dejé
debajo de un árbol, donde descansaría para siempre.
Esa noche soñé con él, y que lo
enterraba junto aquel rosal que junto a él planté, pues en un momento de estrés, su
compañía y la del rosal hicieron de mí un hombre nuevo.
Mi padre es mi padre, y no sé por
qué adivinó mi sueño.
-¿Has enterrado a Pipo?
-Lo debería haber enterrado, lo
dejé debajo del árbol, soñé enterrarlo, pero lo he dejado donde lo dejé.
En pocos días su cuerpo estará
descompuesto, pero su espíritu estará en el rosal al que contempló cuando lo
plantaba. Disfruté de la sensación de eternidad cuando vivía y hoy ya es eterno.
Me identifico mucho con mi amigo solitario, gentil, respetuoso, curioso y que da esa paz y tranquilidad cuando
más la necesitas, compañero del alma, compañero.
En la pandemia se quedó encerrado
a pesar de ser un gato callejero. A mi padre le decíamos que no saliera para
darle de comer, pero un día salió sin que lo supiéramos.
Pipo seguía vivo, para sobrevivir
se hizo pájaro, rompió con sus afiladas uñas un saco de trigo y se hizo
vegetariano, no le quedaba más remedio.
Volví al pueblo y como había
tanta maleza y tan alta, tuve que coger el azadón, no había más remedio, y Pipo
me acompañaba cuando cavaba, escuchando la radio mientras olíamos el perfume de
las amapolas…
Nadando entre flores y hojas…
Pipo no sabía leer, pero cuando
cara al sol sin la camiseta puesta me ponía a leer, se tumbaba como yo y
disfrutábamos de la lectura como Dioses del Olimpo.
-Pipo, te he traído la comida… ¿Por
qué antes de comer prefieres venirte conmigo?
Salía a correr y me acompañaba
los primero metros, y cuando regresaba respiraba junto a mí en los
estiramientos…
Tres generaciones: Pipa la madre,
Pipo el hijo y Pipita la nieta.
Eran parte de la familia, en tiempos de pandemia, donde no nos podíamos relacionar con personas, fueron la
compañía de mi padre, recuperándose de un fatal derrame cerebral.
Junto a los gatos consiguió recuperarse, cuanto le quieren, cuanto les quiero…
Pipo siempre trataba de proteger
a su madre y sobrina como nadie hubiera hecho, hasta que lo golpearon gatos más
grandes, más violentos.
Hace dos semanas estábamos dando
a luz un rosal, somos creadores, sentíamos, plantamos, dimos paz a un mundo
oscuro y muerto donde mandan los violentos.
La vida es esfuerzo y he
disfrutado de ti Pipo, compañero del alma, compañero.
Como gato no te quise enterrar, y
como humano te enterré en sueños…
¡Qué más da!
Eres esa luz, esa compañía, me
seguirás dando paz y tranquilidad, compañero del alma, compañero.
Moriste, cuando yo volví a vivir,
cuantas casualidades que no son casualidades en la vida, son lecciones que hoy
comprendo.
Veo a tu madre y sobrina, y
cuando las veo te veo a ti…
Veo el rosal, y recuerdo cuando
lo planté ¡Divino momento!
Ahora derramo lágrimas al
escribir.
De tus siete vidas nos has
regalado alguna. Siempre estarás conmigo, compañero del alma, compañero.